Mi corazón se había acelerado mientras observaba a la “mujer” en la pantalla. Su voz quedó resonando en mis oídos, y un profundo vacío llenó mi mente y mi corazón. Chiara, que se había acomodado en su silla mientras leía la noticia, se levantó de la mesa y preguntó con inocencia: "¿Papá, estás bien?". Traté de sonreír y mentí torpemente, ocultando mi dolor bajo una falsa apariencia de normalidad.

Luego la llevé al colegio, intentando mantener una conversación ligera. Pero, mis pensamientos me desbordaban. "No puedo decepcionarla", pensé. Si no conseguía encontrar trabajo pronto, tendríamos que dejar nuestro querido departamento y mudarnos a la Institución de Respaldo para Desempleados (IRD) por un tiempo indeterminado. Viviríamos en un mundo bajo el mando de una burocracia artificial.