Ese día me desperté por un sonido inusual que penetraba en la habitación, todavía no había sonado el despertador. En esa mañana sin identidad, mis ojos se abrieron y mi primera reacción fue buscar a Chiara en su cama, pero no estaba allí. Un nudo de preocupación se extendió por todo mi cuerpo, paralizándome en el acto.
De repente, empecé a prestar atención al sonido que llegaba desde afuera. Era música. Las suaves y lejanas notas de un violín y de un piano se deslizaban en el aire, acariciando mis oídos. Mis piernas comenzaron a moverse instintivamente, atraídas por ese lenguaje olvidado. Con cada paso, la melodía se hacía más fuerte, más cautivadora.
Llegué al Salón de Usos Múltiples del ala este, un espacio con un gran ventanal que dejaba entrar la luz del sol. Y allí estaba ella, Chiara. Su pelo y su piel resplandecían con la cálida luz del amanecer. Bailaba apasionadamente mientras su arco acariciaba las cuerdas del violín, como si el mundo entero se desvaneciera y solo quedara la magia de su música. A su lado, un parlante emitía con delicadeza una grabación de su madre, como un eco del pasado que acompañaba su melodía con el piano. Era como si ambas, madre e hija, se entrelazaran en una sinfonía única.
Sus movimientos eran vivos y emotivos, expresando las profundidades de su ser a través de las cuerdas y las notas. Me quedé allí, observando todo, mientras llegaban más personas con caras de curiosidad y asombro. La presión en mi pecho se ablandaba y se extinguía.
En ese preciso instante, algo dentro de mí cambió. Observar a Chiara y dejarme envolver por la música fue un punto de quiebre. Ahí comprendí que la cultura, la pasión y las emociones humanas eran algo irremplazable, capaz de infundir un propósito y esperanza en nuestras vidas. Me di cuenta de que necesitábamos reconectar con aquello que nos hace únicos. El amor, el arte, la cultura.
Gracias a ella, hoy, soy escritor. O al menos eso es lo que me atrevo a considerarme en este nuevo capítulo de mi vida. A través de mis relatos, intento despertar la chispa en aquellos que se han sumido en la monotonía y han olvidado la belleza de la vida humana. Así, me embarco en esta travesía literaria, con la esperanza de devolverle al mundo un poco de la magia y la esperanza que alguna vez perdimos.
FIN